Te necesito

Te necesito.

Suena bien, ¿verdad?

Lo decimos y nos recuerda a una película romántica, a algo que queremos que nos digan y decir. Lo hemos escuchado en el cine, en las canciones, en la televisión, lo hemos leído en novelas y nos parece algo apasionado y maravilloso.

Te necesito.

Nos pasamos la vida enfrascados en la búsqueda de nuestra media naranja y nos sentimos arrebatados por el deseo o frustrados si creemos haberla hallado o no la localizamos, respectivamente.

La lástima es que es imposible encontrar a nuestra media naranja por una sencilla razón: no existe.

El concepto de media naranja llega a nosotros mediante Platón y la descripción del Andrógino, criatura mítica con los dos sexos que, por ser tan osada y retar a los dioses, se encuentra con el castigo de Zeus que la condena a la división y, por tanto, a vagar por el mundo buscando ansiosa su otra mitad.

No sé a tí, pero a mí me parece bastante escalofriante.

A ver, a ver… Así que resulta que yo no soy un ser completo, sino la mitad de un ser completo. De modo que, mientras no encuentre a mi mitad (y se supone que solo hay una y que puede estar en cualquier rincón del mundo, que tiene unos cuantos) soy un ser truncado que andará anhelante hasta la muerte (porque, ¿y si no me da tiempo a encontrar a mi mitad antes de pasar a mejor vida?)

La idea de la media naranja, o del príncipe azul, se antoja, de este modo, tremendamente insultante. ¿Qué es eso de que no estoy completo? ¿Cómo que necesito forzosamente a alguien para poder ser algo más que media persona? ¿Qué ocurre con las ocasiones en las que he «encontrado a mi media naranja» y resulta que no, que ha salido mal? ¿Eran errores? ¿Si la encuentro finalmente no fallará nunca? La realidad de las relaciones de pareja nos indica todo lo contrario.

Esa, efectivamente, debería ser la primera pregunta. ¿Soy incompleto?

No hace falta que te esfuerces, esta te la contesto yo mismo: no, no lo eres. Eres un ser completo. Imperfecto, puede. Con posibilidades de mejora, por supuesto. Pero… ¿incompleto?

Un proyecto de vida, o un proyecto de relación (sea el que sea), bien merece ser construido sobre una base de amor propio, de autorespeto. Yo tengo mis errores, mis dificultades, y unirlas a las de otra persona no las resuelve. El trabajo es mío.

No estaría mal que, antes de iniciar mis relaciones, me detuviera a pensar un momento acerca de qué estoy buscando. Si lo que busco es que me completen, es decir, que otra persona con sus carencias se encargue de las mías, no nos va a ser difícil predecir cómo va a acabar eso.

Si, por contra, me adentro en el fascinante camino de la mejora personal y, para hacerlo más llevadero, camino con alguien a mi lado (no sobre sus hombros cargándole mi peso) y ayudo, de paso, a esa persona a que haga lo propio, el viaje puede resultar más llevadero y provechoso.

«Mi decisión es la de no tener pareja». Adelante, tienes toda una vida para desarrollarte.

«Mi decisión es tener pareja». Adelante, tenéis toda una vida para desarrollaros.

¿Te necesito?

No, no te necesito. Puedo vivir perfectamente sin ti, pero prefiero hacerlo contigo.

No te necesito. Me quiero. Te quiero.

Si, definitivamente suena mucho mejor.