Está muy callado. Eso es que algo le pasa. Seguro que está enfadado conmigo. No se lo puedo preguntar, porque seguro que se enfada aún más. Antes me ha dicho que no le pasaba nada pero sigue así, callado. Algo le pasa. Seguro que tiene que ver conmigo. Siempre estoy metiendo la pata. Va a acabar harto de mí. Siempre me pasa lo mismo. Empiezo bien pero, al poco tiempo, comienzo a cagarla. Me estoy agobiando. No le pienso decir nada. Y mucho menos que me agobio. Está enfadado, seguro. Si le digo que me estoy agobiando se va a enfadar más. Tiene que estar harto de mí. Por eso no habla. Por eso está tan callado y dice que no le pasa nada. Está harto de mí. Al final se va a ir a la mierda la relación. Es normal, porque no me aguanto ni yo. Me va a dejar. Mierda, otra vez. Otra relación que se va a la mierda. No voy a poder estar con alguien en mi vida. Siempre es por mi culpa. Siempre la cago. No voy a poder aguantarlo. Casi es mejor que se acabe todo esto. Yo no puedo seguir así. Para estar así, mejor lo dejo. Se acabó, lo dejo. A la mierda todo. Es que no escarmiento. Soy imbécil.
¿Ahora puedes, por favor, leer el texto anterior en voz alta?
¡Qué tontería! ¿No?
Dicho en voz alta, suena a relato absurdo, a chorrada. Y, efectivamente, suena a eso.
El problema es que, cuando pensamos, o, mejor dicho, cuando rumiamos los pensamientos, no nos están sonando en los oídos. Están, por decirlo de alguna forma, girando dentro de un gran vacío en el que pueden campar a sus anchas y, para colmo, pueden llegar a las conclusiones que les de la gana.
¡Y nosotros tendemos a hacerles caso!
Por favor, plantéate un momento la relación que existe entre «Está muy callado» y «Soy imbécil».
Si tomamos los dos extremos del pensamiento que escribí arriba, llagar de uno a otro de un salto suena muy extraño, una tontería, pero lo hacemos sin parar. Sacamos conclusiones sin más datos que la inmensa bola de nieve que se nos va formando en la cabeza mientras la primera preocupación desciende como un alud llevándose la lógica por delante.
Al principio, te he pedido que leyeras en alto el texto en cursiva, el del pensamiento, para que lo escucharas y, sobre todo, para desactivarlo.
Como decimos cuando hablamos sobre la meditación, si un pensamiento está dando vueltas y tú decides que es hora de pensarlo, de acuerdo, vamos a pensarlo. Lo ponemos sobre la mesa y lo observamos directamente. Pero, ojo, sin trampas. No me vale ver solo una parte. Hay que intentar ver todos los matices. Los agradables y los desagradables. Los que sabemos que nos pueden dañar y los que intuimos que nos pueden echar una mano.
En ocasiones, hablar de nuestros problemas con los demás es muy útil, pero esta es una herramienta que hay que saber utilizar. Sobre todo porque hay una diferencia significativa entre tratar un problema charlando con alguien o, simplemente, soltarle por enésima vez el rollo a alguien sin escucharnos mientras lo decimos.
¿De verdad es tan grave el problema? De acuerdo, pues vamos a resolverlo. Ponlo sobre la mesa.
Ah, que no es tan grave… que se ha desactivado solo al ir a limpiar el tapete para ponerlo encima… Nada, nada, no pasa nada.
Cuando dejamos que nuestra conciencia vague sin rumbo fijo y a eso le sumamos nuestra inercia natural de acercarnos a las interpretaciones más negativas, surgen problemas. Y si, para colmo, le sumamos la tendencia a culparnos por el hecho natural de que nuestra mente haga lo que hace una mente, es decir, vagar, añadimos gasolina al fuego descontrolado.
Una buena forma de acabar con el miedo a los pensamientos que nos enturbian más de la cuenta puede ser, si te parece, darles cara y cuerpo, es decir, expresarlos. Así los desactivamos. Así no nos parece tan lógico pasar del «Está muy callado» al «Soy imbécil».
Ese camino lo recorre nuestra mente saltarina.
Ven, ven, ven… por aquí, querida, por aquí.
Y el pensamiento se muestra como lo que es, humo, y no como una enorme masa indivisible. Y se desvanece como lo que es, humo, y no como mármol duro.
¿Qué tal si probamos a desactivar esos pensamientos circulares?
Te presto mi oído y la mesa donde vamos a trabajarlo.
Te espero en la consulta.