Comida (mental) basura

Nuestros coches nos llevan de un punto A a otro B en menos tiempo del que se necesitaba, años atrás, para preparar el viaje.
Si me interesa una canción porque la he oído en un anuncio, puedo descargarme la discografía completa del grupo y quejarme si mi conexión no me permite hacerlo en menos de cinco minutos.
He escuchado que ese libro es muy bueno, así que voy a descargarlo a mi tablet para apilarlo virtualmente junto a otros quinientos que no leeré.

Nos molesta terriblemente que el cuerpo no se haya adaptado a nuestra nueva velocidad.
Nuestro cerebro sigue en la edad de piedra y reconoce como rápida la velocidad del guepardo y como lenta la de la tortuga, pero poco más.
Pero es que nuestra mente parece que tampoco se ha puesto al día en cuanto a ancho de banda.

¿Has visto la cantidad de libros, videos o cursos que te prometen hacerte un experto en nosequé en menos de una semana?
Es la promesa de la escena de The Matrix en la que Neo se tumba conectado a un ordenador y, ¡plas!, aprende artes marciales en un abrir y cerrar de ojos.

Me temo que es la intención que tenemos cuando acumulamos trazos de pensamientos luminosos. Navegamos entre cientos de frases hipermegapositivas, algunas de autores conocidos y otras, simplemente, rebotadas hasta la saciedad en las redes, y las coleccionamos en nuestros muros de facebook.Puede que cumplan la misma función que cuando el boom de los libros de autoayuda. Nos dan una respuesta rápida, simplificada y agradable al entendimiento. Un soplo de esperanza sin esfuerzo. Nos van diciendo «esto te pasa, ¿verdad?» y, como mucho, nos ofrecen un par de recetas estereotipadas que se caen al suelo de tan simplificadas.
Pero ese es uno de los factores más importantes para la decepción que llega después. La vida no es sencilla. Simple, de acuerdo, puede serlo, pero sencilla…

Los libros de autoayuda eran la condensación de los tópicos provenientes del sentido común sin tamizar. Pero es que estas frases, la mayoría con una foto emotiva de fondo (y hasta con garrafales errores de ortografía) son la condensación de la condensación. Un concentrado en formato cápsula que nos tranquiliza momentaneamente y nos adormece frente al próximo trabajo que tendríamos que estar haciendo.

Soltar una frase sobre lo sencillo que es el día a día es una cosa, pero vivir el día a día es otra bien distinta.
Cierto tipo de iluminación parece sencillísimo siguiendo los pasos que algún gurú ha dicho pero, después de la «iluminación», hay que hacer la colada.

Precisamente por ello puede que escatimemos en tiempo y dinero a la hora de cuidar la salud mental.
¿Para qué voy a llevar una alimentación saludable y voy a hacer ejercicio si lo único que me importa es mi cáscara y esta puede desinflarse con una «sencilla» operación?
Pues igual. ¿Para qué me voy a poner a desarrollarme interiormente, con lo poco que eso luce y lo caro que cuesta, si puedo aferrarme a un montón de frases que ha dicho un sabio y que me llegan al buzón de entrada a diario?

La salud mental, y no hablo ahora de los casos más graves, sino de nuestro equilibrio mental diario, requiere un compromiso, nos guste o no. Todavía no se ha descubierto el compuesto químico que nos haga felices instantáneamente y de manera irreversible.

Gastar dinero en un psicólogo es un lujo, pero se me está poniendo mal cuerpo para el verano, así que, al gimnasio y sin escatimar en ropa deportiva de marca.
Meditar es un auténtico tostón y me quita veinte minutos diarios, con lo liado que estoy, así que voy a dejarlo y a utilizar el tiempo para verme media horita de publicidad en la tele.
Implicarme en mi bienestar mental, más allá de quitarme de enmedio el problema concreto que me ha llevado a la consulta, es una tontería. ¡Ya iré la próxima vez que esté mal! ¡Prevenir es de cobardes!

Los cocineros hablan de la infantilización del sentido del gusto, que se acostumbra solo a sabores dulces o tremendamente exagerados, de modo que no es capaz de disfrutar de los sabores amargos ni de descrifrar los más sutiles.
Nos hacemos un flaco favor si nos infantilizamos del mismo modo en lo que se refiere a nuestra salud mental.

Bienestar no significa ausencia de problemas, del mismo modo que salud no significa ausencia de enfermedad.
Pero claro, como solo nos acordamos de Santa Rita cuando truena, al final solicitamos ayuda cuando la punta del iceberg asoma demasiado y, para colmo, nos retiramos del trabajo interior en cuanto la punta desaparece. Pero ahí está el enorme bloque de hielo, flotando y esperando salir dentro de poco. Aunque, ¿a quién le importa? ¿No es más importante, acaso, parecer que ser?

Que los demás hagan lo que quieran. Nuestra propuesta sigue siendo la de trabajar y asumir tu bienestar como algo más que hacerte salir de la consulta con una sonrisa o una idea cogida con pinzas. Para decirte «hale, hale» y un par de frases manidas tienes un montón de gigas de imágenes positivas.

Y si vas a agarrarte a una sola frase, aprovechamos para recordar al maestro José Luís Sampedro (q.e.p.d.) cuando escribía que «vivimos en un tiempo en que se desea ser deslumbrado, cuando lo que importa es que nos iluminen».

Por favor, no molesten. Aquí estamos trabajando.