¿Y qué le cuento yo ahora?

Tanto si uno/a va por primera vez a visitar a un psicólgo como si ya ha acudido antes, puede que surja una pregunta justo antes de entrar o de camino a la consulta: ¿y qué le cuento yo a este?

Laberinto en Barvaux (Durbuy, Belgique)

No es que me lo haya inventado, es que es una frase que muchas personas me dicen que se hacen.
Curiosamente, siempre acabamos charlando y, la inmensa mayoría de las ocasiones, sobre algo realmente interesante.
De todos modos, la duda es válida y es normal que a uno/a le asalte la inquietud al imaginarse delante de su psicólgo, con lo que ha costado decidirse a ir, con los brazos cruzados y sin saber por dónde empezar.

Te voy dando una pista: que te resulte difícil ordenar lo que tienes en la cabeza o que te cueste aclararte con el contenido puede ser una de las razones para acudir a un psicólogo.
De todas formas, al final del artículo te plantearé una forma de no preocuparte por ese «quedarse en blanco», pero sigamos si es que la duda te asalta.

Hay varias tareas que puedes realizar antes de ir a la consulta o entre sesiones, independientemente de cuál sea el problema.

  1. Observa y obsérvarte. Sabemos que nos ocurre algo y, en ocasiones, lo damos por sentado, pero eso no significa que tengamos todos los datos. Puede que, de tan acostumbrados como estamos a que nos suceda el problema, estamos obviando detalles, pasando por alto conductas concretas o presuponiendo demasiado. No digo que no te conozcas bien, pero seguramente te sorprenderás si te echas un vistazo conscientemente.
  2. Pregunta a los demás. Nuestro punto de vista siempre es limitado, igual que nuestra interpretación de lo qeu ocurre, que siempre es subjetiva y personal. Preguntarle a los demás cómo nos ven no significa que obtengamos la verdad gracias a ello, pero así podemos, al menos, conocer qué aflora de nuestro problema. Para colmo, siempre es un placer conocer la visión de los demás, puesto que nos enriquece, así que imagínate si es sobre un tema que ya dábamos por conocido pero que no llegamos a cuadrar.
  3. Escribe. Dice la locución latina que qui scribit, bis legit, es decir, que quien escribe, lee dos veces. Esto, que es tremendamente útil a la hora de estudiar, también lo es cuando estamos interesados en presentarle información al psicólogo. Si escribes lo que te ocurre estás dotando a todos esos pensamientos que andan revueltos y sin orden en tu mente de cierta estructura. Yo mismo suelo llevar una libreta encima que me sirve para anotar pensamientos (pero también recetas de cocina, letras de canciones, chistes que me cuentan, ideas para una melodía o dibujos). Es más difícil trabajar con un problema «sin cara», así que convertirlo en palabras escritas le da cuerpo y nos permite no dejarnos, además, nada en el tintero.

Hay muchísimos formatos a la hora de recoger información, desde los más estructurados (como los que usamos los psicólogos) a los más informales. Siempre puedes consultarme si necesitas uno de los primeros.

Con toda esta información que hemos recopilado, no me dirás que es difícil contarle a tu psicólogo algo. No es necesario que sea «un gran algo», simplemente algo.

Y si crees que, llegado el momento de la consulta, no vas a saber qué decir, espera que te pregunte mi habitual ¿qué tal te ha ido la semana? y déjame a mi ir guiando el proceso. Hacerte las preguntas adecuadas e ir averiguando la información que los dos necesitamos es mi trabajo. Y ya sabes que no se me da mal.

Sí, es verdaderamente curioso. Siempre acabamos hablando de algo interesante y resulta que, al final, sí que sabías qué contarme.